Dificultades en la oracion mental pdf




















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Hay que subrayar que el principio en que se basa este modo de actuar es de capital importancia en todas las fases de la vida espiritual. El remedio de todas estas enfermedades es el trato familiar con Jesucristo. La materia, sin embargo, tiene un ulterior tratamiento. A todas estas acciones se les da el nombre de «afectos».

No hay que intentar buscar bellas palabras o bellas frases. Aquellos que usan el breviario pueden utilizar un salmo en la misma forma y con gran fruto. Se han de evitar otros errores. Como acabamos de decir, tenemos que dar «rueda libre» entre un acto y otro. La capacidad de hacer esto suele ser a menudo una buena prueba de nuestra sinceridad. Otro tipo diferente de error es el de intentar sentir nuestros actos.

En la medida en que queremos amar a Dios, por este simple hecho, con la ayuda de la gracia, le amamos efectivamente. Esto se hace, como escribe fray Piny, O. Los autores pueden recurrir al ejemplo de la madre con su hijo para ilustrar esta verdad. Si santificamos nuestro trabajo nos santificamos nosotros mismos. Esto es un error capital. Nada oscurece tanto nuestra mirada a Dios, nada debilita tanto nuestro deseo de Dios, nada aminora tanto nuestro esfuerzo por Dios, nada nos ensordece tanto al escuchar a Dios como una simple tendencia desordenada.

Exige una guerra incansable contra el amor propio que busca siempre inspirar todos nuestros actos. Pero sin una ayuda especial de Dios no es probable que podamos progresar lo suficiente. Santa Teresita insiste en esto tanto como en la bondad amorosa de Dios. El alma nunca se debe desanimar por la infructuosidad de sus repetidos esfuerzos.

Ahora bien, esto no quiere decir una vida de gran penitencia corporal. Es nuestro amor propio lo que tenemos que mortificar, e intentar extraordinarias o desusadas penitencias. Tiene que haber, desde luego, la penitencia corporal suficiente para mantener el cuerpo dominado. A causa de la preeminencia que algunos autores dan a las mortificaciones extraordinarias practicadas por algunos santos, mucha gente tiene la idea de que estas cosas son esenciales para la santidad.

La vida de Santa Teresita es suficiente para corregir este error. Por estas mociones de la gracia, Dios adapta su plan a las necesidades y circunstancias individuales de cada alma, y provee a ellas. Son de especial importancia en la vida espiritual de un sacerdote que vive en el mundo. Cuando hablamos a Dios tenemos que querer decir lo que decimos; tenemos que practicar lo que hemos prometido; tenemos que mostrar en el trabajo lo que decimos de palabra.

Y por esto se han evitado definiciones exactas o perfiles netos. En estos casos el remedio es obvio. Yo soy la vid y vosotros los sarmientos. Las declaraciones de los recientes Papas no dejan lugar a duda en cuanto a la necesidad de santidad en el sacerdote.

I, ad 3. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. Una segunda dificultad se debe a la falta de una lectura espiritual apropiada. No hay un uso posible mejor. De hecho, para el individuo, en un momento determinado, estas «colocaciones» pueden a menudo conducir a un error e, incluso, carecer en absoluto de significado.

Orad a vuestro Padre De pasada, hay que hacer notar que cuando deseemos orar no hay necesidad de buscar a Dios fuera de nosotros mismos. Toda alma en estado de gracia tiene a Dios dentro de ella misma, buscando su amistad, su confianza y su amor. Toda la vida espiritual consiste en el desarrollo y prosperidad de esta nueva vida —el «hombre nuevo», como San Pablo la llama— y el sometimiento de toda nuestra propia naturaleza, el «hombre viejo», a la vida del nuevo. La dificultad de esta nueva vida se pone de manifiesto si recordamos que es una vida de fe, no de sentimiento.

Incluso el hecho de que nos pertenezcan de tal manera, que por ellas podamos merecer, se debe enteramente a su graciosa misericordia. La Regla de San Benito es muy significativa a este respecto. Al hacerlo en menos. Plus, S. Deberemos contarle nuestras necesidades y nuestras turbaciones y pedirle remedio a todas ellas.

Esta forma de orar a Dios en nuestros corazones se puede emplear con gran provecho en el Rosario o en el Oficio Divino. Y no son necesarias las palabras. San Pablo insiste una y otra vez: «Sois el Cuerpo de Cristo». Otra forma de expresar la doctrina consiste en decir que todos somos «en Cristo».

Este aspecto de la doctrina se ha tratado muy bien en la obrita del P. Podemos pedir cualquier gracia necesaria o auxiliar para nosotros mismos, como si fuera para Cristo mismo, porque las necesitamos con el fin de desarrollar su vida en nosotros. Nuestra parte consiste en hacer su voluntad y conformarnos con ella, y las limitaciones de nuestros esfuerzos son parte de aquella voluntad. Si cumplimos nuestra parte, podemos pedir todo el fruto de nuestros esfuerzos. No estamos obligados a ir fuera de nosotros mismos para encontrar el Dios a quien deseamos hablar.

No solamente. Y hasta nuestros placeres pueden ser su delicia. La medida en que participa en toda nuestra vida depende en gran parte de nuestra voluntad. En eso consiste el conflicto. No hay cristiano que no pueda imitar ese ejemplo.

Nadie ha de tener reparo en hablarle de sus necesidades, y no hay nadie cuyas necesidades no pueda atender, no hay nadie cuyos pecados no pueda alejar.

Las obras de Jaegher, de Plus, de Duperray, son algunos de los muchos libros de menor volumen que aplican la doctrina a la vida espiritual. Los escritos de Dom Marmiom tienen ya un lugar permanente en la literatura espiritual.



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