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Subida al monte Carmelo Juan de la Cruz, Santo. Ninguna actitud hacia un objeto es, de suyo, positiva. La vida de Teresa Neumann es una de las grandes maravillas que Dios ha realizado en la tierra. Meditaciones en camino Fernando Pascual, Sacerdote L. Cristo y los Fariseos Leonardo Castellani. Cristo es la imagen visible del amor del Padre. Mi carrera con el diablo: Del odio racial al amor racional Joseph Pearce. Libro eBook Encuentro. Libro eBook Del sufrimiento a la paz. Libro eBook El Pobre de Nazaret.
Accede para responder. Deja una respuesta Cancelar la respuesta Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario. Aborto cero Varios autores.
A Mara ya la conocemos: silenciosa como la paz, atenta como un viga, abierta como una madre. A m me parece que nunca se dio en este mundo una relacin de tanta belleza entre dos personas.
Cmo fue aquello? Quin cuidaba a quin: el hijo a la madre o la madre al hijo? Existen ciertas palabras en el diccionario que, de tanto repetirse, pierden el encanto. Esas palabras, en esta relacin entre Mara y Juan, recuperaron su frescura original: cario, delicadeza, cuidado, veneracin Todo eso y mucho ms fue tejiendo la intimidad envolvente dentro de la cual vivieron estos dos privilegiados. Fue algo inefable.
Cuando ellos dos hablaban de Jess, y evocaba cada cual sus recuerdos personales, y en esa meditacin a dos esas dos almas penetrantes y ardientes comenzaban a navegar en las aguas profundas del misterio trascendente del Seor Jesucristo El Evangelio de Juan no ser el fruto lejano de la reflexin teolgica entre Mara y Juan?
Cmo sera el cuidado y la atencin de Juan sobre los ltimos aos de la vida de la Madre, cuando sus fuerzas declinaban notoriamente y su espritu tocaba las alturas ms altas! Cmo sera el suspenso, la pena y Juan fue, seguramente, el primero en experimentar aquello que nosotros llamamos la devocin a Mara: amor filial, admiracin, disponibilidad, fe No s qu tiene Mara. All donde ella se hace presente se da una presencia clamorosa del Espritu Santo.
Esto acontece desde el da de la Encarnacin. Aquel da yo no s cmo explicar fue la Persona del Espritu Santo la que tom posesin total del universo de Mara. Desde aquel da, la presencia de Mara desencadena una irradiacin espectacular del Espritu Santo. Cuando Isabel escuch el hola, buenos das! Cuando la pobre Madre estaba en el templo, con el nio en los brazos, esperando su turno para el rito de la presentacin, el Espritu Santo se apoder del anciano Simen para decir palabras profticas y desconcertantes.
En la maana de Pentecosts, cuando el Espritu Santo irrumpi violentamente, con fuego y temblor de tierra, sobre el grupo de los comprometidos, acaso no estaba este grupo presidido por la Madre? No s qu relacin existe: pero algn parentesco misterioso y profundo se da entre estas dos personas. El libro de los Hechos recibe el nombre de Evangelio del Espritu Santo, y con razn.
Es impresionante. No hay captulo donde no se mencione al Espritu Santo tres o cuatro veces. En este libro se describen los primeros pasos. No es verdad que esa Iglesia naciente, que estaba presidida por la presencia invisible del Espritu Santo, estaba tambin presidida por la presencia silenciosa de la Madre, como hemos visto ms arriba?
En todo caso, si los apstoles recibieron todos los dones del Espritu en aquel amanecer de Pentecosts, po- dremos imaginar qu plenitud recibira aquella que antes recibiera la Presencia personal y fecundante del Espritu Santo. La audacia y la fortaleza con las que se desenvuelve la Iglesia en sus primeros das, no sera una participacin de los dones de la Madre? De verdad, el ttulo ms preciso que se le ha dado a Mara es ste: Madre de la Iglesia.
Con estas reflexiones, llegamos a comprender lo que nos dice la investigacin histrica: Mara dej en el alma de la Iglesia primitiva una impresin imborrable. La Iglesia sinti desde el primer momento una viva simpata por la Madre y la rode de cario y vene- racin. El culto y la devocin a Mara se remonta a las primeras palpitaciones de la Iglesia naciente.
Una exgesis que ve, oye y entiende los comienzos, atestigua la veneracin y la alegra que entonces, y siempre en aumento, se han sentido por ella. Creer es entregarse. Entregarse es caminar incesantemente tras el Rostro del Seor. Abraham es un eterno ca- minante en direccin de una Patria soberana, y tal Patria no es sino el mismo Dios.
Creer es partir siempre. Antes de entrar a estudiar la fe de Mara, voy a hacer aqu una amplia reflexin, no sobre la naturaleza de la fe, sino sobre las alternativas de su vivencia. En una palabra, la fe como vivencia de Dios.
No hay en este mundo cosa ms fcil que manipular conceptos sobre Dios y, con esos conceptos, construir fan- tsticos castillos en el aire. Y no hay en este mundo cosa ms difcil que llegar al encuentro del mismsimo Dios, que siempre est ms all de las palabras y de los conceptos.
Y, de esta manera, llegar a la claridad del Misterio. Dios es impalpable como una sombra y, al mismo tiempo, slido como una roca. El Padre es eminentemente Misterio, y el misterio no se deja atrapar ni analizar. El misterio, simplemente, se acepta en silencio. Dios no est al alcance de nuestra mano, como la mano de un amigo que podemos apretar con emocin.
No podemos manejar a Dios como quien manipula un libro, una pluma o un reloj. No podemos decir: Seor mo, ven esta noche conmigo, maana puedes irte. No lo podemos manipular. Dios es esencialmente desconcertante porque es esencialmente gratuidad. Y el primer acto de la fe consiste en aceptar esa gratuidad del Seor Dios. Por eso, la fe es levantarse siempre y partir siempre para buscar un Alguien cuya mano nunca estrecharemos.
Y el segundo acto de la fe consiste en aceptar con paz esa viva frustracin. Pero si el Padre es un misterio inaccesible, es tambin un misterio fascinante. Si alguno se le aproxima mucho, ilumina y calienta.
Pero si se le aproxima ms todava, entonces incendia. La Biblia es un bosque de hombres incendiados. No se le puede mirar a la cara, dice la Biblia. En otras palabras, Dios no puede ser dominado intelectualmente mientras estamos errantes por el mundo.
Tampoco se le puede poseer vitalmente. Eso slo ser posible cuando hayamos rebasado las fronteras de la muerte. En cuanto somos caminantes, si una persona consiguiera mirarlo a la cara, esa persona morira Ex 33, Hablando con otras palabras, el Seor Dios no puede entrar en el proceso normal del conocimiento humano.
Todas las palabras que aplicamos al Seor para entenderlo, mejor dicho, para entendernos acerca de quin es el Seor Dios, son semejanzas, analogas, aproximaciones. Por ejemplo, cuando decimos que Dios es padre ten- dramos que agregar inmediatamente que no es exactamente padre.
Es ms que padre; mejor, es otra cosa que padre. As, por ejemplo, nosotros sabemos qu significa en el lenguaje humano la palabra persona.
Para entendernos quin o cmo es nuestro Dios, tomamos el contenido de la palabra persona, transportamos ese contenido, lo aplicamos a Dios y decimos: Dios es persona.
Pero Dios es Otra Cosa. En una palabra, Dios no cabe en las pala- bras. Todas las palabras referentes a El tendran que ir en negativo: as, por ejemplo, inmenso, infinito, invisible, inefable, incomparable Eso quiere decir la Biblia cuando afirma que no se le puede mirar a la cara.
De modo que nuestro Dios est siempre ms all de las palabras y tambin de nuestros conceptos. El es absolutamente otra cosa, o absolutamente absoluto. Hablando con exactitud, Dios no puede ser objeto de inteleccin sino objeto de fe. Esto quiere decir que a Dios no se le entiende, se le acoge. Y si se le acoge de rodi- llas, se le entiende mejor. Sabemos que el Padre siempre est con nosotros, pero nunca nos dar la mano, nadie mirar a sus ojos.
Son comparaciones. Queremos decir que nunca las palabras abarcarn la inmensidad, amplitud y profundidad del misterio total de nuestro querido Padre. Por eso, en la Biblia Dios es aquel que no se le puede nombrar. Existen tres preguntas que, en el contexto bblico, encierran idntico contenido: quin eres? En la montaa, Moiss pregunta a Dios por su nombre.
Y Dios responde con el ser. Cmo te llamas? Soy lo que soy Ex 3, Dios responde evasivamente. El es, exactamente, el Sin Nombre, el Inefable. De esta manera, la Biblia expresa admirablemente la trascendencia de Dios. En otro momento, al preguntrsele a Dios por su nombre, El responde significativa- mente: Para qu quieres saber mi nombre? Es misterioso Jue 13, Nuestra vida de creyentes es un caminar por el mundo buscando el misterio del Padre entre penumbras. En esta tierra podemos encontrar huellas borrosas de l, pero nunca su cara.
Las estrellas fulgurantes, en una noche profunda, pueden evocar el misterio del Padre, pero el Padre mismo est mucho ms all de las estrellas y mucho ms ac. La msica, las flores, los pjaros pueden evocar a Dios. Pero Dios mismo est mucho ms all de todo eso. Nunca nadie vivi con tanta familiaridad con todas las hermanas criaturas como Francisco de Ass.
Todas las criaturas eran para l teofana o transparencia de Dios. Pero cuando Francisco quera encontrarse con el mismsimo Dios, l se meta en las cavernas solitarias y oscuras. Dios est, pues, ms all y por encima de nuestras dialcticas, procesos mentales, representaciones intelectua- les, inducciones y deducciones.
Por eso, nuestra fe es una peregrinacin, porque tenemos que seguir buscando el rostro del Padre entre sombras profundas. A veces vemos las huellas de unos pies que pasaron por esta arena y decimos: por aqu pas una persona.
Hasta podemos aadir: era un adulto, era un nio. Son los vestigios. Nosotros, de esta manera, vamos descubriendo el misterio de Dios sobre la tierra. Otras veces lo conocemos por deducciones y decimos: esto no tiene explicacin posible si no admitimos una inteligencia creadora. Nuestro caminar por el mundo de la fe es, pues, por las veredas de las analogas, evocaciones y deducciones. Podr, alguna vez, un ciego de nacimiento adivinar el color de una llama de fuego?
Los colores nunca entra- ron en su mente. Por eso no sabr identificar, reconocer y discernir los colores. Los colores lo trascienden. Podr la retina captar alguna vez el ms pequeo fulgor de la majestad de Dios? El no puede entrar en nuestro juego, en la rueda de nuestros sentidos. El est por encima. Est en otra rbita. Nos trasciende. Nuestro Padre es un Dios inmortal y vivo sobre el que nunca caern ni la noche ni la muerte ni la mentira. Nunca ser alcanzado por el sonido, la luz, el perfume y las dimensiones.
No puede ser conquistado por las armas de la inteligencia. Conquistar a Dios consiste en dejarse conquistar por El. A Dios se le puede asumir, se le puede acoger. En una palabra, el Seor Dios es, fundamentalmente, objeto de fe. No podemos agarrar a Dios, es imposible dominarlo intelectualmente. Somos caminantes. Siempre partimos y nunca llegamos. Por eso, para los hombres de la Biblia Dios no es un divertimiento intelectual.
Es un Alguien que produce tensin, genera drama. El hombre en la Biblia siempre luch con Dios. Y, oh contraste! Debido a eso, el Seor Dios siempre llama a sus hombres para ese combate a las soledades de las montaas, desiertos y cavernas: al Sina, al torrente Querit, al Monte Carmelo, al monte de los Olivos, al monte Alvernia, a la cueva de Manresa Insatisfaccin y nostalgia.
Hubo Alguien que lleg de la Casa del Padre y nos dijo que el Padre es como una esmeralda que despide una luz diferente a nuestra luz.
Y es de tal resplandor que vale la pena vender todas las cosas para poder poseer ese tesoro. Y delante de nuestros ojos asombrados, el Enviado Jess nos present al Padre como un crepsculo bellsimo, como un amanecer resplandeciente, y encendi en nuestros corazones la hoguera de una infinita nostalgia por El.
Y vino a decirnos que el Padre es mucho ms grande, admirable, magnfico e incomparable que todo lo que nosotros podamos pensar, soar, concebir o imaginar. Los ojos nunca vieron, los odos no oyeron y el corazn humano jams podr imaginar lo que Dios tiene preparado para los que le aman 1 Cor 2,9.
Todo el que es devorado por la nostalgia, es un caminante. Incluso antes de venir Jess, Dios haba cortado al hombre a su propia medida.
Coloc una marca de s mismo en nuestro interior. Nos hizo como un pozo de infinita profundidad que slo un Infinito puede llenar.
Todas las facultades y sentidos del hombre pueden estar satisfechos, pero el hombre siempre queda insatisfecho. El insatisfecho es tambin un caminante. El hombre es un ser extrao entre los seres de la creacin. Nos sentimos como eternos exilados, devorados por la nostalgia infinita por un Alguien que nunca hemos visto, por una Patria que nunca hemos habitado. Extraa nostalgia! En tanto la piedra, el roble o el guila se sienten plenos y no aspiran a ms, el hombre es el nico ser de la creacin que puede sentirse insatisfecho, frustrado.
Debajo de nuestras satisfacciones arde la hoguera de una profunda insatisfaccin. Ella, a veces, es como el fuego semiapagado debajo de la ceniza gris. Otras veces se transforma en una llama devoradora. Esa insatisfaccin es la otra cara de la nostalgia de Dios y nos torna en caminantes que buscan el Rostro del Padre.
Esa insatisfaccin es para el hombre la maldicin y la bendicin. Qu es el hombre? Es como una llama viva, erguida hacia las estrellas, siempre dispuesto a levantar unos bra- zos para suspirar: Oh Padre! Como un nio que siempre grita: Tengo hambre, tengo sed. Siempre suea en tierras que estn ms all de nuestros horizontes, en astros encendidos que estn ms all de nuestras noches.
Un peregrino de lo Absoluto, como dira Len Bloy. Creer es, pues, un eterno caminar por las calles oscuras y casi siempre vacas, porque el Padre est siempre entre sombras espesas. La fe es eso precisamente: peregrinar, subir, llorar, dudar, esperar, caer y levantarse, y siempre caminar como los seres errantes que no saben dnde dormirn hoy y qu comern maana.
Como Abraham, como Israel, como Elas, como Mara. Smbolo de esa fe fue la travesa que hizo Israel desde Egipto hasta la tierra de Canan. Ese desierto, que los blindados modernos hoy da cruzan en pocas horas, para Israel fueron 40 aos de arenas, hambre, sed, sol, agona y muerte. Israel sali de Egipto y se intern en el desierto, entre montaas de roca y arena.
Haba das en que la espe- ranza, para Israel, estaba muerta y los horizontes cerrados. Entonces Dios tomaba la forma de una sombra dul- csima, en forma de nube que los cubra contra los rayos hirientes y quemantes del sol. A veces, en esta peregrinacin, Dios es as: cuando su rostro se transforma en presencia no hay en el mundo dulzura ms grande que Dios.
Otras veces, para Israel la noche era negra y pesada, sentan miedo y no vean nada. Dios entonces se haca presencia en forma de una antorcha de estrellas, y la noche brillaba como el medioda, y el desierto se trans- formaba en oasis. Pero la peregrinacin, normalmente, es desierto.
As acontece tambin en nuestra propia peregrinacin. A veces tenemos la impresin de que nada depende de nosotros. De repente arden las primaveras y resplandecen los das. Al atardecer negras nubes cubren el cielo, y de noche el firmamento queda sin estrellas. As va nuestra vida. Hoy nos sentimos seguros y felices porque la sonrisa de Dios brilla sobre nosotros. Hoy la tentacin no nos va a doblegar. Maana se esconde el sol del Padre y nos sentimos frgiles como una caa y cualquier cosa nos irrita.
Nos devora la envidia. Tenemos ganas de morir. Nos sentimos como hijos infieles e infelices que gritan: Oh Padre, ven pronto, tmanos de la mano!
En esta vida de fe, para los peregrinos que buscan de verdad el rostro de Dios, no hay cosa ms pesada que la ausencia del Padre aunque para el ojo de la fe, que ve lo esencial, El siempre est presente.
Y no hay dulzura ms embriagadora que cuando el rostro del Padre comienza a asomarse detrs de las nubes. En Cadesh Barne fue atrapado Israel entre la arena y el silencio. Experiment de cerca que el desierto poda ser su tumba. A su alrededor se levantaron, altas y amenazadoras, las sombras del desaliento, del miedo y del deseo de volver atrs. Cay sobre ellos el silencio de Dios, como la presin de cincuenta atmsferas.
Asustados, los peregrinos de la fe comenzaron a gritar: Moiss, dnde est Dios? Est o no est, realmente, Dios con nosotros? Ex 17,7. Cuando los discpulos escucharon las palabras de Jess referentes a la Eucarista, a ellos les parecieron pala- bras de un demente. Quin puede comer carne humana?
Y dijeron: esto es insoportable, dura es esta palabra, el maestro ha perdido la cabeza, vmonos! Y lo abandonaron Jn 6, Abraham, Geden y otros combatientes de Dios, cuando no sienten a su derredor ms que oscuridad, silencio y vaco, buscan impacientemente un agarradero slido, porque tienen la impresin de palpar sombras, navegando en aguas subjetivas.
Y piden a Dios una mano para no naufragar, una seal para no sucumbir Gn 15,8; Jue 6,17; 1 Sam 10, As es en nuestra vida. A veces nos sentimos como nios perdidos en la noche. Cae el desaliento y el miedo sobre nuestras almas.
Nos sentimos abandonados, solitarios. Comenzamos a dudar si detrs del silencio estar realmente el Padre junto a nosotros. Entramos en crisis y comenzamos a preguntarnos si las palabras contienen alguna sustancia.
Vivir la fe es una peregrinacin fatigante, como la travesa de una noche. Pero llegar el da de nuestra muerte. En ese da acabar la peregrinacin, llegar la liberacin, y contempla- remos eternamente el rostro del Padre, resplandeciente. La fe morir, como un viejo candil cuya luz ya no necesitamos.
Morir tambin la esperanza, como una nave poderosa y esbelta que nos trajo, navegando a travs de olas, noches y tormentas, hasta el puerto prometido. Ahora tenemos que internarnos tierra adentro, cada vez ms a fondo, en las regiones infinitas de Dios. Y la nave quedar ah.
Y slo queda el Amor, la Vida, la Patria infinita de Dios. Ahora resta Vivir, para siempre, sumergidos, inva- didos y compenetrados por el resplandor de una Presencia que todo lo cubrir y todo lo llenar, y repetiremos eternamente: Oh Padre infinitamente amante e infinitamente amado! Estas palabras nunca envejecern. En una jira turstica sabemos en qu restaurante comeremos hoy, en qu hotel dormiremos esta noche, qu museos visitaremos maana. Todo est previsto y no hay lugar para sorpresas.
No fue as en la vida de Mara. La Madre tambin fue caminante. Recorri nuestras propias rutas, y en su caminar existieron las caractersticas tpicas de una peregrinacin: sobresaltos, confusin, perplejidad, sorpresa, miedo, fatiga Sobre todo, existieron interrogantes: qu es esto? No veo nada. Todo est oscuro. Su padre y su madre estaban admirados de las cosas que se decan de l Lc 2, Pero ellos no entendieron la respuesta que les dio Lc 2, Desde los das de Moiss, haba una ordenacin segn la cual todo primognito masculino de hombre o de animal era propiedad especial del Seor.
El primognito animal era ofrecido en sacrificio, y el primognito hombre era rescatado por sus padres en un precio estipulado por la ley, Segn esas mismas ordenaciones levticas, que se remontaban a los das del desierto, la mujer que haba dado a luz quedaba impura por un perodo determinado y tena que presentarse en el templo para ser declarada pura por el sacerdote que estaba de turno en el servicio.
Estaba, pues, Mara con el nio en los brazos en el templo de Jerusaln, junto a la puerta de Nicanor, en el ala este del atrio de las mujeres. Impulsado por el Espritu Santo, se present all en medio del grupo un venerable anciano.
Su vida haba sido una llama sostenida por la esperanza. Esa vida estaba a punto de extinguirse. El venerable anciano tom al nio de los brazos de su madre, y dirigindose a los peregrinos y devotos, les habl unas palabras extraas: Adoradores de Yav! Este que veis aqu, en mis brazos, ste es el Esperado de Israel.
Es la luz que brillar sobre todas las naciones. Ser bandera de contradiccin. Todos tomarn partido frente a El, unos a favor y otros en contra. Habr resurreccin y muerte, ruina y restauracin. Y ahora, ya se pueden cerrar mis ojos; ya puedo morir en paz, porque se colmaron mis esperanzas.
Cul fue la reaccin de Mara ante estas palabras? La Madre qued muda, admirada por todo aquello que se deca Lc 2, Todo le pareca tan extrao. Estaba admirada? Seal de que algo ignoraba y de que no en- tenda todo, respecto al misterio de Jess. La admiracin es una reaccin psicolgica de sorpresa ante algo desco- nocido e inesperado. Anteriormente haba sucedido un episodio semejante.
Fue una noche de gloria. Unos pastores estaban de turno guardando sus ovejas. Sorpresivamente, un resplandor divino los envolvi como una luz, vieron y oyeron cosas nunca imaginadas. Se les dijo que haba llegado el Esperado y que por eso haba alegra y canto. Se les convid a que hicieran una visita de cortesa; y los signos para identificar al Esperado ya llegado seran stos: un pesebre y unos paales Lc 2, Marcharon rpidamente y encontraron a Mara, Jos y el Nio.
Y les contaron lo que haban presenciado aque- lla noche. Y el evangelista agrega: Y todos los que los oyeron se admiraban de lo que decan Lc 2, Otra vez fueron das de agitacin y sobresalto, buscando al nio durante varios das. Por fin lo encontraron en el templo. La Madre tuvo una descarga emocional, un qu hiciste con nosotros? La respuesta del nio fue seca, cortante y distante: Por qu os preocupis de m?
Una gran distancia me separa de vosotros. Mi padre! Fue una verdadera de- claracin de independencia: comprometido, nica y totalmente, con el Padre. Qu hizo Mara? Qued paralizada, sin entender nada Lc 2,50 , navegando en un mar de oscuridad, pen- sando, eso s, qu querran significar aquellas palabras y, sobre todo, esa actitud. Estas tres escenas estn indicando claramente que los hechos y palabras de Jess, es decir, su naturaleza tras- cendente, no fue enteramente comprendida por la Madre o, al menos, no inmediatamente asimilada.
La informacin sobre la extraeza Lc 2,18; 2,33 e ignorancia Lc 2,50 de Mara, no pudo salir sino de la misma boca de Mara. La comunidad, que la veneraba tanto, jams hubiera dicho por su propia cuenta noticias que menoscabaran la altura y veneracin de la Madre. Esto est significando que esa informacin se ajusta rigurosamente a la objetividad histrica y que la informacin solamente pudo haber salido de los labios de la Seora.
Entre parntesis, la escena resulta profundamente emocionante: la Madre, en el seno de la comunidad, ex- plicando a un grupo de discpulos, con naturalidad y objetividad, que tales palabras no las entendi, que tales otras le resultaban sorprendentes La Madre fue conmovedoramente humilde.
Mara fue, fundamentalmente, humildad. No es exacto decir que Mara fue invadida por una poderosa infusin de ciencia. Y que por la va de perma- nentes y excepcionales gratuidades se le eclipsaron todas las sombras, se le descorrieron todos los velos y se le abrieron todos los horizontes.
O que desde pequea saba todo lo referente a la historia de la salvacin v a la persona y destino de Jess. Esto est contra el texto y contexto evanglicos. Aqu est la razn por la que muchos fieles sienten un no s qu respecto de Mara. La idealizaron tanto, la mitificaron y la colocaron tan fuera de nuestro alcance, tan fuera de nuestros caminos, que mucha gente senta, sin saber explicarse, ntimas reservas frente a aquella mujer mgica, excesivamente idealizada.
La vida de Mara no fue turismo. Igual que todos nosotros, tambin ella fue descubriendo el misterio de Jesu- cristo con la actitud tpica de los Pobres de Dios: abandono, bsqueda humilde, disponibilidad confiante. Tam- bin la Madre fue peregrinando entre calles vacas y valles oscuros, buscando paulatinamente el rostro y la vo- luntad del Padre.
Igual que nosotros. En el Evangelio de Marcos hay un extrao episodio lleno de misterio. El contexto de ese relato parecera indicar que la Madre no entenda con suficiente claridad la personalidad y destino de Jess, al menos en esos primeros tiempos de evangelizacin. Por los tres primeros captulos de Marcos podramos deducir que la actuacin inicial de Jess sobre las ciu- dades de la Galilea fue deslumbrante.
Esto produjo una viva discusin y una consiguiente divisin respecto de Jess entre los judos y tambin entre sus parientes Jn 10, No cabe duda de que Jess resultaba una personalidad extraa, inclusive para sus propios parientes, hasta llegar a decir que haba perdido la cabeza Me 3,21 en vista de la potencia de sus prodigios y palabras.
El hecho es que un buen da sus parientes decidieron hacerse cargo de l para llevarlo a casa. Por el contexto general del captulo 3 de Marcos, se podra deducir que quien presida aquel grupo de parientes que quera recogerlo era la misma Mara Me 3,; 3, Por la naturaleza psicolgica de esa actitud, podramos concluir que por este tiempo Mara no tena un conocimiento exacto sobre la naturaleza de Jess.
De qu se trataba realmente? Acaso Mara participaba en algn grado de aquel desconcierto de los parientes debido a la manifestacin poderosa de Jess?
Tambin Mara era de las personas que lo queran recoger y llevar a casa o, simplemente, quera cuidarlo porque Jess no tena tiempo ni para comer? Me 3, Una vez ms llegamos a la misma conclusin. Mara recorri nuestros caminos de fe. Tambin ella fue bus- cando, entre sombras, el verdadero rostro de Jess. En las bodas de Can observamos que Mara ya ha dado pasos definitivos en el conocimiento del misterio profundo de Jess.
En su primera reaccin Mara se movi en una rbita meramente humana. Mara cree que vive en comunin con su Hijo, pero se encuentra solitaria. Luego, al verse fuera de aquella comunin, entra en una nueva relacin con El, en la comunin de la fe: "Haced lo que El os diga. No importa lo que ella diga sino lo que El diga, aunque Mara no conoce todava la decisin de Jess. Para este momento ya todo estaba claro para Mara.
No importa que su gloria materna haya quedado golpea- da. En este momento, Mara ya sabe que para Jess todo es posible; concepto que la Biblia lo reserva slo para Dios. Qu significa esto? Que Mara deja de ser madre para comenzar a ser discpula? Significa que a la madre, al ver aquel prodigio, se le ahuyentaron todas las sombras, que super aquel alternar entre claridades y oscuridades, y que entr definitivamente en la claridad total?
Qu existe entre la luz y la oscuridad? La penumbra, que no es sino una mezcla de luces y sombras. Com- putando los textos evanglicos, eso fue la vida de Mara: una navegacin en un mar de luces y sombras.
En el da de la anunciacin, si nos atenemos a las palabras que se pronunciaron entonces, Mara tena co- nocimiento completo y cabal de Aquel que florecera en su silencioso seno, Jess: Ser grande; ser llamado Hijo del Altsimo; su reino no tendr fin Lc 1, Seguramente la esplndida visitacin de Dios en este da arrastr una infusin extraordinaria de luces y ciencia.
Sobre todo es seguro que la inundacin personal y fecundante del Espritu Santo fue acompaada de la plenitud de sus dones, particularmente del espritu de sabidura e inteligencia. A la luz penetrante de esa presencia nica del Espritu Santo en este da, Mara vea todo muy claro. En contraste con esto, por los textos que acabamos de analizar arriba, vemos que Mara ms tarde no entenda algunas cosas y se extraaba de otras.
Ahora bien, si en el da de la anunciacin Mara comprendi comple- tamente la realidad de Jess, y luego, al parecer, no entenda esa misma realidad, qu sucedi en medio? Acaso existe alguna contradiccin? Hubo informacin deficiente para el evangelista redactor? Para m, ese fondo oscuro y contradictorio est lleno de grandeza humana. Y desde esa oscuridad, Mara emerge ms brillante que nunca. La Madre no fue ningn demiurgo, es decir, un fenmeno extrao entre diosa y mujer.
Fue una criatura como nosotros; una criatura excepcional, eso s pero no, por excepcional, dejaba de ser criatura, y que recorri todos nuestros caminos humanos, con sus emergencias y encrucijadas. Es preciso meter a Mara en nuestro proceso humano. Lo que nos acontece a nosotros pudo haber aconte- cido a ella, salvando siempre su alta fidelidad al Seor Dios.
Qu sucede entre nosotros? Pensemos, por ejemplo, en los consagrados a Dios por el sacerdocio o la vida religiosa. Un da, all lejos, en la flor de su juventud, experimentaron vivamente la seduccin irresistible de Jesucristo. En aquellos das, la evidencia era como un medioda azul: era Dios quien llamaba, y llamaba para la misin ms sublime.
Eso era tan claro que se embarcaron con Jesucristo en la aventura ms fascinante. Pasaron muchos aos. Y cuntos de aquellos consagrados viven confusos hoy da, piensan que Dios nunca los llam, que la vida consagrada ya no tiene sentido. Cmo lo que un da era espada fulgurante puede pare- cemos hoy hierro oxidado? Es preciso pisar tierra firme: somos as. Se casaron.
El deca que no haba en el firmamento estrella tan esplndida como ella. Ella deca que, ni con la linterna de Digenes, se encontrara en el mundo ejemplar humano como l. Todos decan que el uno haba nacido para el otro. Por unos aos fueron felices. Hoy arrastran una existencia lnguida.
Los dos piensan que debieran haberse casado con otro consorte. Cmo puede ser que lo que un da era luz hoy sea sombra? Es preciso partir de ah: as somos. No somos geometra. El ser humano no est constituido de lneas rectas. Somos as: unas pocas seguridades y una montaa de inseguridades. Por la maana vemos claro, al medioda dudamos y por la tarde todo est oscuro. Un ao nos adherimos a una causa, y otro ao, decepcionados, de- sertamos de la misma.
Por esta lnea humana, ondulante y oscilante, podramos explicarnos el hecho de que Mara vea claro en una poca determinada y, al parecer, no vea tan claro en otra poca. Sera deshonroso para la Madre pensar que tambin ella sinti el peso del silencio de Dios? Sera in- decoroso el pensar que fue dominada primeramente por la decepcin, despus por la confusin, y finalmente por la duda, en un perodo determinado de su vida?
En el da de la anunciacin, por el tono solemne de aquellas palabras, parece que se prometa un caminar al resplandor inextinguible de prodigios. Y resulta que, luego, estaba solitaria y abandonada a la hora de dar a luz. Y tuvo que huir como vulgar fugitiva poltica y vivir bajo cielos extraos. Y durante treinta interminables aos no hubo ninguna novedad, slo rein la monotona y el silencio. A qu atenerse? A lo que pareca prometerse en el da de la anunciacin, o a la realidad actual, dura y fra? La perplejidad no habra perturbado nunca la serenidad de su alma?
Lo que nos acontece a nosotros, por qu no habra de acontecerle a ella? Qu haca en tales apuros? Ella misma nos lo dice: se agarraba a las antiguas palabras para poder ahora mantenerse en pie. Aquellas palabras eran lmparas. Esas lmparas las mantena La Madre perpetuamente encendidas: las guardaba diligentemente y las meditaba en su corazn Lc 2,19; 2, No eran hojas muertas sino recuerdos vivos.
Cuando los nuevos sucesos resultaban enigmticos y desconcertantes, las lmparas encendidas de los antiguos recuerdos ponan luz en la oscuridad perpleja de la actualidad. As, la Seora fue avanzando entre luces antiguas y sombras presentes hasta la claridad total. Los diferentes textos evanglicos, y su contexto general, estn claramente indicando que la comprensin del misterio tras- cendente de Jess fue realizndola mediante una inquebrantable adhesin a la voluntad de Dios que se iba manifestando en los nuevos acontecimientos.
Eso mismo ocurre entre nosotros. Muchas almas tuvieron en otras pocas visitaciones gratuitas de Dios, ex- perimentaron vivamente su presencia, recibieron gracias infusas y gratuidades extraordinarias, y aquellos momentos quedaron marcados como heridas rojas en sus almas. Fueron momentos embriagadores.
Pasan los aos. Dios calla. Esas almas son asaltadas por la dispersin y la tentacin. La monotona las invade. Se prolonga obstinadamente el silencio de Dios. Tienen que agarrarse, casi desesperadamente, al recuerdo de aquellas experiencias vivas para no sucumbir ahora. La grandeza de Mara no est en imaginarse que ella nunca fue asaltada por la confusin.
Est en que cuando no entiende algo, ella no reacciona angustiada, impaciente, irritada, ansiosa o asustada. Por ejemplo, Mara no se enfrenta con el muchacho de 12 aos: Hijo mo, no entiendo nada, qu acontece? Por favor, explcame, rpido, el significado de esa actitud. Mara no dice a Simen: Venerable anciano, qu significa eso de la espada? Por qu este nio tiene que ser bandera de contradiccin? En lugar de eso, toma la actitud tpica de los Pobres de Dios: llena de paz, paciencia y dulzura, toma las palabras, se encierra sobre s misma, y queda interiorizada, pensando: Qu querrn decir estas palabras?
Cul ser la voluntad de Dios en todo esto? La Madre es como esas flores que cuando desaparece la claridad del sol se cierran sobre s mismas; as ella se repliega en su interior y, llena de paz, va identificndose con la voluntad desconcertante de Dios, aceptando el misterio de la vida.
De repente tambin nosotros nos parecemos a las criaturas de Prometeo Emergencias dolorosas nos envuelven y se nos enroscan como serpientes implacables.
Todo parece fatalidad ciega. Sucesivas desgracias caen sobre nosotros con tanta sorpresa como brutalidad. La traicin nos acecha detrs de las sombras, y quin iba a pensar? A veces se experimenta la fatiga de la vida y hasta ganas de morir. Qu se consigue con resistir los imposibles? En esos momentos nos corresponde actuar como Mara: cerrar la boca y quedar en paz. Nosotros no sabemos nada. El Padre sabe todo. S podemos hacer algo para mudar la cadena de los sucesos, hagmoslo. Pero, para qu luchar contra las realidades que nosotros no podemos cam- biar?
La Madre puede presentarse dicindonos: Hijos mos: Yo soy el camino. Venid detrs de m. Haced lo que yo hice. Recorred la misma ruta de fe que yo recorr y perteneceris al pueblo de las bienaventuranzas: Feli- ces los que, en medio de la oscuridad de una noche, creyeron en el resplandor de la luz! Creer es confiar. Creer es permitir. Creer, sobre todo, es adherirse, entregarse. En una palabra, creer es amar. Qu vale un silogismo intelectual si no alcanza ni compromete la vida?
Es como una partitura sin meloda. Creer es caminar en la presencia de Dios Gn 17,1. La fe es, al mismo tiempo, un acto y una actitud que agarra, envuelve y penetra todo cuanto es la persona humana: su confianza, su fidelidad, su asentimiento intelec- tual y su adhesin emocional. Compromete la historia entera de una persona: con sus criterios, actitudes, con- ducta general e inspiracin vital. Todo eso se realiz cumplidamente en Abraham, padre y modelo de fe.
Abraham recibe una orden: Sal de tu tierra Gn 12, y una promesa: Te har padre de un gran pueblo Gn 12, Abraham crey. Qu le signific este creer? Le signific extender un cheque en blanco al Seor, abrirle un crdito infinito e incondicio- nal, confiar contra el sentido comn, esperar contra toda esperanza, entregarse ciegamente y sin clculos, romper con una instalacin establecida y, a sus setenta y cinco aos, ponerse en camino Gn 12,4 en direccin de un mundo incierto sin saber adonde iba Heb 11,8.
Eso es creer: entregarse incondicionalmente. La fe bblica es eso: adhesin a Dios mismo. La fe no indica referencia principalmente a dogmas y verdades sobre Dios. Es un entregarse a su voluntad. Principalmente es una actitud vital. Concretamente se trata, repetimos, de una adhesin existencial a la persona de Dios y su voluntad. Cuando existe esta adhesin integral al misterio de Dios, las verdades y dogmas referentes a Dios se aceptan con toda naturalidad y no se producen conflictos intelectuales.
En el captulo once de la Carta a los hebreos se hace un anlisis descriptivo en cierto sentido un psico- anlisis de la naturaleza vital de la fe. Es uno de los captulos ms impresionantes del Nuevo Testamento: pa- rece una galera de figuras inmortales que desfila delante de nuestros ojos asombrados. Son figuras egregias es- culpidas por la fe adulta, hombres indestructibles que poseen una envergadura interior que asombra y espanta, capaces de enfrentarse con situaciones sobrehumanas con tal de no apartarse de su Dios.
Este captulo nos recuerda en cada versculo, con un ritornello obstinato, que tanta grandeza se debe ex- clusivamente a la adhesin incondicional de estos hombres al Dios vivo y verdadero: en la fe, por la fe, aconteci por su fe, se vuelve a repetir en cada momento. Aparecen los patriarcas, durmiendo en tiendas de campaa, sobre la arena. Por la fe, viven errantes por un desierto ardiente y hostil. Tienen que habitar siempre en tierras extraas, donde sus moradores los miran con recelo Heb 11, Por la fe, otros se enfrentaron a las fieras, estrangularon leones, silenciaron la violencia devoradora de las lla- mas y, no s cmo, consiguieron esfumarse cuando la espada enemiga estaba ya sobre sus gargantas.
Por la fe re- cobraron vigor en su debilidad, y un puado de hombres, armados de fe adulta, pusieron en humillante fuga a ejrcitos poderosos en orden de batalla Heb 11, Por la fe, por no claudicar de su Dios, recibieron en paz y sin resistir la muerte violenta.
Por la fe unos acep- taron en silencio las injurias, otros soportaron sin quejarse cuarenta azotes menos uno. Por la fe, prefirieron las cadenas de una prisin a la libertad de la calle. Por no separarse de su Dios, recibieron una lluvia le piedras sin protestar. Por la fe, acabaron sus vidas, unos partidos por medio con una sierra y otros pasados a espada.
Por no claudicar de su Dios vivieron errantes y fugitivos, subiendo montaas, recorriendo desiertos, se vistieron con pieles de ovejas y cabras simulando figuras alucinantes para desorientar a los perseguidores, se escondieron en grutas y cavernas, perseguidos, hambrientos, oprimidos y torturados Heb 11, Y todo este inolvidable espectculo se debi a su fe. Pero no a la fe como un planteamiento intelectual o un silogismo.
Hicieron todo esto, con tal de no separarse de su Dios vivo y verdadero. Su fe era adhesin, llena de amor a su Dios. Ni la muerte ni la vida dir san Pablo, ni las autoridades ni las fuerzas de represin, ni enemigos visibles o invisibles, ni las alturas ni las profundidades, nada ni nadie en este universo ser capaz de apartarme del amor de Jesucristo, mi Seor Rom 8, A mi entender, las palabras ms preciosas de la Escritura son stas: He aqu la esclava del Seor; hgase en m segn su palabra Lc 1, Esta declaracin es, por otra parte, la clave para radiografiar el alma de Mara y captar sus vibraciones ms ntimas.
De Mara sabemos poco, pero sabemos lo suficiente. Bastara aplicar a la Madre el espritu y alcance de esta declaracin en todos los instantes de su vida y acertaramos cules eran exactamente sus reacciones de cada momento. La encantadora. Nazaret era una aldea insignificante en el pas del norte de la Palestina septentrional, con una fuente en el centro de la poblacin, rodeada de un campo relativamente frtil, resaltando el valle del Esdreln.
Aqu viva Mara. Segn los clculos de Paul Gechter, si partimos de las costumbres de la Palestina de aquellos tiempos, Mara tendra en esta poca como unos trece aos.
Paul Gechter, o. No se pueden comparar nuestras muchachas de trece aos con las muchachas de la misma edad de entonces. La parbola del proceso vital vara notablemente segn el clima, poca, costumbres, ndices de crecimiento y longevidad. Bstenos saber, por ejemplo, que en aquellos tiempos la ley consideraba nbiles a las muchachas a los doce aos y, generalmente, a esta edad eran prometidas en matrimonio.
En todo caso Mara era una jovencita. A pesar de ser tan joven, las palabras sublimes y solemnes que le dice el ngel de parte de Dios, indican que Mara posea para esta edad una plenitud interior y una estabilidad emocional muy superiores y desproporcionadas para su edad. En efecto, es significativo que en su saludo el ngel omita el nombre propio de Mara. La perfrasis gramatical llena de gracia es usada como nombre propio.
Gramaticalmente es un participio perfecto en su forma pasiva, que podramos traducir algo as como: Buenos das, repleta de gracias! Hablando en lenguaje moderno, podramos usar para este caso la palabra encantadora. Significa que Dios encontr en MaruTun encanto o simpata muy especiales.
Estamos, pues, ante una muchacha que ha sido objeto de la predileccin divina. Desde los primeros momentos de su existencia, antes de nacer, fue preservada del pecado hereditario en que le corresponda incurrir y simultneamente fue como un jardn esmeradamente cultivado por el Seor Dios e irrigado con dones, gracias, carismas, ciencia, todo fuera de serie. Por eso se le comunica que el Seor est con ella, expresin bblica que indica una asistencia extraordinaria de parte de Dios.
Ello, sin embargo, no quiere indicar que ese trato excepcional la transform en una princesa celeste, fuera de nuestra rbita humana. Nunca debemos perder de vista que la Madre fue una criatura como nos- otros, aunque tratada de manera especial por su destino tambin especial.
Aqu, lo difcil y lo necesario, tanto para el que escribe como para el que lee, es colocarse en estado con- templativo: es preciso detener el aliento, producir un suspenso interior y asomarse, con infinita reverencia, al in- terior de Mara. La escena de la anunciacin est palpitando de una concentrada intimidad.
Para saber cmo fue aquello y qu aconteci all, es necesario sumergirse en esa atmsfera interior, captar, ms por intuicin contemplativa que por inteleccin, el contexto vital y la palpitacin invisible y secreta de Mara. Qu senta? Cmo se senta, en ese momento, la Seora? Sucedi en su casa? Quiz en el campo? En el cerro? En la fuente? Estaba sola Mara?
Fue en forma de visin? El ngel estaba en forma humana? Fue una alocucin interior, inequvoca? El evangelista dice: Entrando el ngel donde estaba ella Lc 1, Ese entrando, se ha de entender en su sen- tido literal y espacial? Por ejemplo, como el caso de alguien que llama a la puerta, con unos golpes, y entra des- pus en la habitacin? Se podra entender en un sentido menos literal y ms espiritual? Por ejemplo, vamos a suponer: Mara estaba en alta intimidad, abismada en la presencia envolvente del Padre, haban desaparecido las palabras, y la comunicacin entre la Sierva y el Seor se efectuaba en un profundo silencio.
De repente, este silencio fue interrumpido. Y, en esa intimidad a dos intimidad que humanamente es siempre un recinto cerrado entr alguien. Se podra explicar as? Lo que sabemos, con absoluta certeza, es que la vida normal de esta muchacha de campo fue interrumpida, de forma sorprendente, por una visitacin extraordinaria de su Seor Dios.
La interpretacin que hizo Mara de aquel doble prodigio que se le anunciaba, segn el desahogo que ella tuvo con Isabel, fue la siguiente: ella, Mara, se consideraba como la ms poca cosa entre las mujeres de la tierra Lc 1, Si algo grande tena ella no era mrito suyo, sino gratuidad y predileccin de parte del Seor. Ahora bien, la sabidura de Dios escogi precisamente, entre las mujeres de la tierra, la criatura ms insignificante, para evidenciar y patentizar que slo Dios es el Magnfico.
Esa fue su interpretacin. Estamos, pues, ante una joven inteligente y humilde, inspirada por el espritu de Sabidura. Primeramente se le anuncia que ser Madre del Mesas. Ese haba sido el sueo dorado de toda mujer en Israel, particularmente desde los das de Samuel.
Entre los saludos del ngel y esta fantstica proposicin, la joven qued turbada, es decir, confusa, como la persona que no se siente digna de todo eso; en una palabra, qued dominada por una sensacin entre emocionada y extraada. Pero la extraeza de Mara debi ser mucho mayor todava con la segunda notificacin: que dicha maternidad mesinica se consumara sin participacin humana, de una manera prodigiosa. Se trascendera todo el proceso biolgico y brotara una creacin original y directa de las manos del Omnipotente, para quien todo es posible Lc 1, Frente a la aparicin y a estas inauditas proposiciones uno queda pensando cmo esta jovencita no qued trastornada, cmo no fue asaltada por el espanto y no sali corriendo.
La joven qued en silencio, pensando. Hizo una pregunta. Recibi la respuesta. Sigui llena de dulzura y se- renidad. Ahora bien, si una joven envuelta en tales circunstancias sensacionales es capaz de mantenerse emo- cionalmente ntegra, significa que estamos ante una criatura de equilibrio excepcional dentro de un normal pa- rmetro psicolgico.
De dnde le vino tanta estabilidad? El hecho de ser Inmaculada debi influir decisivamente, porque los desequilibrios son generalmente resultado perturbador del pecado, es decir, del egosmo.
Y, sobre todo, se debe a la profunda inmersin de Mara en el misterio de Dios, como veremos en otro momento. A m me parece que nunca nadie experiment, como Mara en este momento, la sensacin de soledad bajo el enorme peso de la carga impuesta por Dios sobre ella y ante su responsabilidad histrica.
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